Definitivamente 2016 ha sido el annus horribilis para la cultura pop. Muy triste esa interminable lista que va de Bud Spencer a David Bowie.
Pero, desde luego, nadie se esperaba la muerte fulminante de Carrie Fisher con solo 60 años. Solamente 60 años.
Escribo estas palabras para dedicar un recuerdo a su memoria. Un pequeño brindis para una actriz (y escritora -faceta que conocí hace pocos años y que ahora voy a entrar en ella) y guionista (también supervisora de guiones -script doctor es el término anglosajón) que ha dejado una huella imborrable en la cultura popular.
Fue un juguete roto de un matrimonio made in Hollywood (sus padres eran ambos estrellas del cine y de la música) y su accidentada vida lo reflejó.
Todos la recordaremos como la princesa Leia de la saga galáctica más famosa de todo el universo. Esa princesa (con ecos iconográficos de las esculturas íberas -como la dama de Elche) valiente, guerrera, luchadora... Un personaje femenino alejado de los estereotipos habituales del cine. Solamente hay que ver su aparición en La guerra de las galaxias (Star Wars, episodio IV -una nueva esperanza) ataviada con una larga túnica blanca inmaculada. Esa prenda que ocultaba su físico y, por lo tanto, no la convertía en la típica mujer florero que está ahí para enseñar carnaza, siendo ésta, su único atributo de valor. Desde luego, todo un ejemplo para muchas chicas. Ella misma ironizaba sobre esto diciendo que había sido una pionera en el girl power.
El personaje de Leia se le dio todo a Carrie Fisher. Y también se lo quitó. Fue una maldición y una bendición al mismo tiempo. Algo que la encasilló de por vida, que la ató a su representación. Y eso que hizo más cosas (aquí me gustaría destacar su papel de novia vengativa en la imprescindible The Blues Brothers; o su pequeña aparición en el episodio de la "enfermedad social" de la simpática película de episodios Amazonas en la Luna -ambas dirigidas por John Landis; bueno la última, con colaboración de otros amiguetes suyos como Joe Dante).
No es este el espacio para entrar en su vida privada. Aquel que quiera hacerlo tiene a su disposición múltiples sitios para ello. Personalmente, voy a leer los testimonios que ella misma dejó en sus dos libros: Postcards from the edge (ésta fue llevada al cine con un guión escrito por ella misma) y Wishful drinking (del que realizó un monólogo para la HBO). Relatos de un pasado autodestructivo que ella nunca ocultó. Además de éstos, escribió libros como Delusions of Grandma o Surrender the Pink entre otros.
Sería imposible no mencionar (que provocó una polémica no tan lejana en el tiempo en Disney, productora propietaria de los derechos de la saga Star Wars) su atuendo en el episodio VI de la saga galáctica creada por George Lucas, El retorno del Jedi. Sí, ese bikini dorado metálico que Jabba el Hutt le obligaba a llevar a la princesa, que se había convertido en su esclava sexual. Es indudable que despertó la imaginación de muchos (y muchas) al ver lo que se ocultaba tras la túnica blanca habitual.
Siempre estarás en nuestros corazones Princesa, aunque sea en una galaxia muy lejana.
Pero, desde luego, nadie se esperaba la muerte fulminante de Carrie Fisher con solo 60 años. Solamente 60 años.
Escribo estas palabras para dedicar un recuerdo a su memoria. Un pequeño brindis para una actriz (y escritora -faceta que conocí hace pocos años y que ahora voy a entrar en ella) y guionista (también supervisora de guiones -script doctor es el término anglosajón) que ha dejado una huella imborrable en la cultura popular.
Fue un juguete roto de un matrimonio made in Hollywood (sus padres eran ambos estrellas del cine y de la música) y su accidentada vida lo reflejó.
Todos la recordaremos como la princesa Leia de la saga galáctica más famosa de todo el universo. Esa princesa (con ecos iconográficos de las esculturas íberas -como la dama de Elche) valiente, guerrera, luchadora... Un personaje femenino alejado de los estereotipos habituales del cine. Solamente hay que ver su aparición en La guerra de las galaxias (Star Wars, episodio IV -una nueva esperanza) ataviada con una larga túnica blanca inmaculada. Esa prenda que ocultaba su físico y, por lo tanto, no la convertía en la típica mujer florero que está ahí para enseñar carnaza, siendo ésta, su único atributo de valor. Desde luego, todo un ejemplo para muchas chicas. Ella misma ironizaba sobre esto diciendo que había sido una pionera en el girl power.
El personaje de Leia se le dio todo a Carrie Fisher. Y también se lo quitó. Fue una maldición y una bendición al mismo tiempo. Algo que la encasilló de por vida, que la ató a su representación. Y eso que hizo más cosas (aquí me gustaría destacar su papel de novia vengativa en la imprescindible The Blues Brothers; o su pequeña aparición en el episodio de la "enfermedad social" de la simpática película de episodios Amazonas en la Luna -ambas dirigidas por John Landis; bueno la última, con colaboración de otros amiguetes suyos como Joe Dante).
No es este el espacio para entrar en su vida privada. Aquel que quiera hacerlo tiene a su disposición múltiples sitios para ello. Personalmente, voy a leer los testimonios que ella misma dejó en sus dos libros: Postcards from the edge (ésta fue llevada al cine con un guión escrito por ella misma) y Wishful drinking (del que realizó un monólogo para la HBO). Relatos de un pasado autodestructivo que ella nunca ocultó. Además de éstos, escribió libros como Delusions of Grandma o Surrender the Pink entre otros.
Sería imposible no mencionar (que provocó una polémica no tan lejana en el tiempo en Disney, productora propietaria de los derechos de la saga Star Wars) su atuendo en el episodio VI de la saga galáctica creada por George Lucas, El retorno del Jedi. Sí, ese bikini dorado metálico que Jabba el Hutt le obligaba a llevar a la princesa, que se había convertido en su esclava sexual. Es indudable que despertó la imaginación de muchos (y muchas) al ver lo que se ocultaba tras la túnica blanca habitual.
Siempre estarás en nuestros corazones Princesa, aunque sea en una galaxia muy lejana.