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martes, 27 de diciembre de 2016

Mary Shelley: 200 años de Frankenstein

Retrato de Mary Shelley, la madre de la ciencia-ficción

Ilustración correspondiente a la tercera edición de Frankenstein, la primera que las incluyó
Fue en el verano de 1816 cuando, en Suiza, durante una noche tormentosa en la Villa Diodati (entonces residencia del poeta romántico Lord Byron) se concibió la historia de Frankenstein. Sin lugar a dudas, se trata del origen del género de la ciencia-ficción.
Esta portada muestra una de las escenas más famosas (y polémicas) del Frankenstein de James Whale que se convirtió en la imagen canónica de la criatura

Aquella noche (recreada en la película de Gonzalo Suárez, Remando al viento), por deseo de su anfitrión Lord Byron, Mary Shelley, su marido Percy Shelley y, su amigo, el médico John Pollidori, concibieron cuentos de terror en una suerte de concurso cuyo premio se llevaría aquel que provocara mayores temores o pesadillas.
Elegante portada de otra edición del clásico inmortal de Mary Shelley. El gran Forry era un ávido coleccionista de las numerosísimas ediciones (a lo largo y ancho del globo) de Frankenstein, reuniendo más de 250

Es, durante ese verano, terriblemente lluvioso de 1816, cuando se concibió el embrión de Frankenstein, cuyo nacimiento tendría lugar dos años más tarde, en 1818 bajo el título de Frankenstein o el moderno Prometeo.
La criatura con la novia creada para ella en la soberbia La novia de Frankenstein (James Whale, 1935), una secuela que es superior (probablemente sea la mejor película sobre este mito fantaterrorífico jamás rodada) al original, también de J. Whale

En su novela, Mary Wollstonecraft Shelley (1797 - 1851), se cuenta la historia de un joven y ambicioso doctor (Victor Frankenstein) cuya aspiración es la creación de la vida misma a partir de la muerte. Este personaje, es, sin ningún género de dudas, el arquetipo del mad doctor, ese científico loco, que desafía las convenciones morales y éticas de su época para lograr la superación de la ciencia. Todo un clásico del género de la ciencia-ficción, indispensable en muchas obras.
Con Peter Cushing como el doctor Frankenstein todas las miradas se posaban en su soberbia y elegante actuación. Por vez primera, la criatura pasaba a un segundo plano en esas clásicas películas de la Hammer

Sin embargo, el nombre de Frankenstein viene asociado, más que a su creador, al de su criatura, ese monstruo al que han dado vida, en la gran pantalla, numerosos actores. Pero que, iconográficamente, alcanzó su culmen el año de 1931, en la mítica película de la Universal. Esa actuación, soberbia, de Boris Karloff, con ese maquillaje impresionante creado por Jack Pierce para la película de James Whale, será la representación de una criatura que se va a transformar en un mito, dentro y fuera del cine. Todo un icono de la cultura popular del siglo XX, completamente identificable para cualquier persona, aún sin haber visto ninguna de las películas clásicas de la productora Universal.

Carteles originales del Frankenstein de la Universal

Reconozco, como fan que soy del género fantástico en toda su extensión, que, después de haber visto unas cuantas variantes cinematográficas de Frankenstein, cuando leí la novela, años más tarde, siendo ya adulto, me costó centrarme en ella. Me resultaba complicada de leer y, desde luego, no era lo que yo me esperaba. Pero, en cualquier caso, superadas esas dificultadas iniciales, es imposible no dejarse llevar por el viaje que plantea la autora, toda una odisea llena de dilemas morales que se contraponen al avance científico. Es curioso, que, Mary Shelley se dejara llevar por algunas de las corrientes más innovadoras de su época y las plasmara en su relato: por ejemplo, la reanimación a través de la electricidad (con las teorías y estudios de Luigi Galvani y de Erasmus Darwin).

Arriba una lobby card. Abajo una de las escenas más recordadas de la película de 1931

Lo que más me chocó, y aquí estoy completamente de acuerdo, con la "queja" del gran Forrest J. Ackerman en su libro Ciencia Ficción (al gran Forry le debemos la creación de sci-fi, la unión abreviada de science fiction) acerca de la descripción que Mary Shelley hace de la criatura. Resulta muy escasa, alejada de la imagen que nosotros tenemos en mente, grabada a fuego. A este respecto, mencionar la renovación iconográfica pretendida por Kenneth Branagh a principios de los '90 en su versión cinematográfica de Frankenstein, perpetrada por Robert de Niro. Más cercana a lo que planteó la autora, pero, tan alejada de nuestra imagen tipo, que rayaba en el esperpento.

Boris Karloff (el actor que encarnó al monstruo) con Jack Pierce (el maquillador que ideó el aspecto que todos conocemos). Ambos forjaron la iconografía de un mito dentro y fuera de las pantallas

Boris Karloff, cuenta la leyenda, que fue recomendado por el mismísimo Bela Lugosi (tras rechazar el papel de criatura). Su carrera no volvió a ser la misma. Se convirtió en uno de los rostros más reconocibles para todos los aficionados al cine fantástico

El impacto y el poder de la imagen arquetípica de Frankenstein (el de Karloff y Pierce) ha ejercido una enorme influencia en todo tipo de adaptaciones: series de TV, cómic, dibujos animados, programas infantiles, productos diversos... Y así seguirá por mucho que pasen los años.
De Niro como la criatura. Sobran las palabras

También Frankenstein fue usado en los cómics de Marvel, en series propias o en las de los superhéroes regulares de la compañía

Expansión del universo forjado por Mary Shelley en la obra de Aldiss que nos traslada al año 2020

Pastiche psicotrópico rodado por Jesús Franco. Todo un mash-up de monstruos que tiene su encanto

Desde aquí, animo a cualquiera a adentrarse en ese universo fascinante que es Frankenstein, novela (y otras adaptaciones posteriores que ampliaban -o revisitaban- el mito de Frankenstein, caso de The ultimate Frankenstein, recopilación de relatos de grandísimos autores o ese Frankenstein desencadenado de Brian Aldiss, que traslada la acción -y la actualiza- al mundo futuro) y películas, fundamentalmente las clásicas de la Universal (sobre todo las dos de Whale), las de la productora inglesa Hammer (a todo technicolor) con un inolvidable Peter Cushing en el papel de un maquiavélico doctor; o ese experimento que raya la psicotronía pop que lleva por título Drácula contra Frankenstein dirigido por Jesús Franco.
Lobby card de La maldición de Frankenstein, la renovación del mito planteada por la productora británica Hammer dirigida por ese genio llamado Terence Fisher, todo un maestro del cine fantástico. Peter Cushing como el doctor y, nada más y nada menos, que Christopher Lee como la criatura. Hay que verla.

200 años después de su primera concepción la historia de Frankenstein y los límites de la ciencia siguen estando de plena actualidad.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Jugando al Rol

Es posible que muchos jóvenes de ahora no sepan qué es el rol o los juegos de rol. Me refiero a los juegos de rol en los que te tenías que poner en el papel (el rol) de alguien ficticio. Normalmente estos juegos solían estar basados en mundos (ahora llamados universos) alternativos, realistas o, en la mayoría de ocasiones, ficticios. Y, a ser posible, inspirados en determinada obra literaria o cinematográfica de gran relieve. Pensemos, por ejemplo, en la saga de "El señor de los anillos" de Tolkien o en el universo generado por Star wars para poner algunos ejemplos bastantes claros al respecto.

Mi primer contacto con este mundo me vino en los años finales de la EGB, donde, junto con unos amigos de clase, pudimos jugar a Stormbringer, juego ambientado en uno de los universos creados por el escritor Michael Moorcock. Uno de mis amigos de entonces compró el manual básico de juego. Solamente se necesitaban a algunos compañeros más para poder jugar, además, claro está, de los prescriptivos dados de juego. Esas partidas, largas jornadas de varias horas, en las que nos poníamos en la piel de varios aventureros que queríamos encontrar tesoros y matar algunas criaturas fantásticas malignas (tipo orcos), las recuerdo ahora con mucho cariño. Eran unos ratos buenísimos los que pasábamos, tratando de salir de las emboscadas o trampas que preparaba el master (o director de la partida; en este caso, era quien había comprado el juego).


Lo malo que tenía esto de los juegos de rol era que se necesitaban varias personas para poder participar. Y, por lo general, esas personas, no solían ser los chavales (en masculino; no es por machismo, es que entonces, a principios de los años '90, no conocíamos a ninguna chica que jugara) más populares de la clase. Esto era una dificultad social en una etapa tan complicada como es la adolescencia. Complicada en el aspecto de las relaciones sociales, sobre todo cuando estamos hablando de chicas.

Así, cuando pasamos al Instituto, a hacer BUP, nuestro grupo se disgregó y, tuvimos que buscar gente nueva para poder seguir jugando al rol. Es así, como caí en grupos de lo que hoy se denominarían frikis, gente rara, pero que gustaban de estos juegos. No sé si recuerdo bien el nombre, pero había un juego, ambientado en un mundo futuro, que creo se llamaba Paranoia. El caso es que eché unas cuantas partidas, pero no tenía mucho en común con estos colegas.


Fue así, como me propuse convencer a algunos de mi grupo de amigos para que accediéramos a jugar al rol. Uno de mis colegas se compró un juego denominado Ragnarok, ambientado en el mundo presente que caía en un apocalipsis (siguiendo la mitología nórdica).


Tras ese, pasamos al Vampiro. Pero, de todos los juegos a los que jugamos, el que me dejó una huella más profunda fue "La llamada de Cthulhu", ambientado en el universo imaginado por el gran Howard Phillips Lovecraft. Quizá sería porque me tocó a mi el ser director de juego. Es decir, yo planificaba las partidas, diseñaba los escenarios y escondía las trampas, hacía que aparecieran las criaturas terribles del genio de Providence... Es más, hasta diseñé una banda sonora para ambientar estas partidas con mis amigos. La mayoría de esas canciones eran instrumentales y, por supuesto, no podía faltar, claro está, The call of Ktulu de Metallica (de su segundo disco, el excelente Ride the lightning), aunque también añadí unas pinceladas de Kyuss, Monster Magnet, NIN, Soundgarden... Grupos que me marcaron (y a muchísima gente en los años '90).


"La llamada de Cthulhu" era lo que deseábamos todos los amantes de Lovecraft. Esas criaturas primigenias indescriptibles, de tentáculos imposibles, de formas cambiantes que escapaban a la geometría euclidiana y demás epítetos surgidos de la imaginación del genio de Providence, nos llenaban la cabeza y pasábamos horas tratando de imaginarlas. Sin embargo, nunca llegábamos a hacernos del todo con su apariencia física. En el manual del juego de rol, se resolvía este aspecto, ya que aparecían, junto con las descripciones de las diversas criaturas tomadas de sus relatos originales, unas ilustraciones que podríamos denominar orientativas.



Además de todo esto, el juego se movía por una época muy interesante como eran los años '20 (la época de la ley seca y de los gángsters). En las partidas habría que destacar que, más que la fuerza bruta (que, de hecho, era inútil contra estas criaturas), había que demostrar habilidad e inteligencia para tratar de resolver los misterios sin perder la cordura (un aspecto que se desarrolló de manera excelente en el juego de culto para la Nintendo Gamecube Eternal Darkness). Ese aspecto más atmosférico y menos de acción era el aspecto diferenciador de este juego, algo heredado de los relatos en los que se inspiraba la excelente adaptación que consiguió Sandy Petersen. Este manual ha sido actualizado en numerosas ocasiones y sigue vendiéndose en la actualidad para que las nuevas generaciones puedan hacerse una idea de los mundos creados por Lovecraft.

Una última cosa que me gustaría mencionar fue el llamado "crimen del rol". Un horrible crimen perpetrado por dos madrileños que asesinaron a un pobre hombre inocente. El caso, ocurrido en 1994, levantó una enorme polvareda mediática, generando una oleada incisiva en contra de los juegos de rol, algo que, por otra parte, apenas estaba relacionado con el crimen (la excusa de los asesinos era que actuaban según los criterios de un juego de rol elaborado por uno de ellos). La ignorancia, o peor el desconocimiento, desembocó en la criminalización de estos juegos completamente inocentes. Aún recuerdo las palabras de mis padres advirtiéndome en contra de ellos (¡si ya se quejaban de mis amistades!). Parecía que todo lo que me gustaba, música Heavy Metal (la música del demonio, no lo olvidemos; esto quedó claro en la magnífica cinta de Demons, Lamberto Bava, repleta de grandes canciones en su banda sonora), literatura fantástica, cine de Terror y Ciencia Ficción, los juegos de Rol... Todo ello era condenado por su, en su opinión, nefasta influencia sobre las ingenuas juventudes. Si ellos (padres, profesores, sociedad) lo rechazaban, tenía que ser bueno por fuerza.


En definitiva, un recuerdo nostálgico para esos juegos de rol que tanto me gustaban (y gustan, aunque hoy no pueda jugar a ellos por falta de gente). Aún conservo los dados y el manual de "La llamada de Cthulhu".

Recordad:   Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn, que dice así en castellano: 
"En su morada de R'lyeh, el muerto Cthulhu espera soñando".


viernes, 28 de octubre de 2016

GIALLO





El giallo es un subgénero cinematográfico italiano cuyo nombre, como todo buen aficionado sabe, proviene del color (amarillo, esto significa giallo) que tenían las novelas de misterio y crimen que se publicaban en el país transalpino en los años '60 por la editorial Mondadori. La influencia de los géneros policíaco o del thriller e, incluso, del terror (que iría en aumento conforme se desarrollaba este subgénero) es esencial para entender el Giallo.

Su origen está en el éxito enorme de una película de Mario Bava, La muchacha que sabía demasiado de 1963, sin olvidarnos de la posterior 6 mujeres para el asesino. Es obvia la referencia al maestro Hitchcock, cuya sombra planea sobre el Giallo (de hecho, podría verse alguna influencia del Giallo en su película Frenzy (Frenesí) de 1972. Desde entonces, surgirá toda una plaga de títulos en esta línea.

El Giallo nace en Italia y es un producto, fundamentalmente italiano, aunque su sombra es muy alargada y, sobre todo, a través de las co-producciones, llegaría a la cinematografía de otros países como es el caso de España ya en los años '70. Títulos como Los ojos azules de la muñeca rota de Carlos Aured, con Paul Naschy, La corrupción de Chris Miller de Juan Antonio Bardem (un autor todoterreno) o La última señora Anderson de Eugenio Martín (un autor a reivindicar) serían representativos de esta tendencia. No quisiera dejar pasar un neo-giallo como es Los ojos de Julia (de 2010).

Es un subgénero con unas características muy marcadas:


  • las tramas siempre son muy enrevesadas, en muchos casos, carecen de verosimilitud (sobre todo, cuando hablamos de la resolución final, y con la identidad de los asesinos), teniendo mucha relevancia los componentes psicoanalíticos. Traumas en la infancia suelen aparecer con mucha frecuencia.
  • este rasgo se suele reflejar en lo formal, en un montaje extraño, de características surreales, lo que dota a los filmes de una gran belleza (algo, por otra parte, intrínseco del cine italiano de la época -desde finales de los '50 hasta mediados de los '70). Por otra parte, el flashback se convierte en un elemento narrativo bastante utilizado, dando pistas (a veces falsas) sobre la autoría de los crímenes mostrados en el film.
  • la violencia explícita (casi siempre contra las mujeres) adquiere un gran protagonismo, siendo realzada por, en bastantes ocasiones, una excelente fotografía en color. De hecho, son las escenas de los crímenes, en las que los realizadores se suelen recrear, mostrando una gran inventiva (los crímenes tienen más relevancia que la coherencia argumental en sí). Con el tiempo, la violencia se haría más y más explícita, convirtiéndose el Giallo en un antecedente directo del Slasher (en este punto, la influencia de Bahía de sangre de Mario Bava sobre títulos como Viernes 13 y sus derivados es más que evidente).
  • el título de la película suele ser bastante largo, con alusiones frecuentes a números, colores y a animales en diversas variaciones. Ejemplos ilustrativos serían los siguientes (aunque hay muchos más):
  1. Seis mujeres para el asesino de Mario Bava.
  2. El pájaro de las plumas de cristal, Cuatro moscas sobre terciopelo gris, El gato de las nueve colas todas de Dario Argento
  3. La tarántula del vientre negro de Paolo Cavara.
  4. Todos los colores de la oscuridad y La cola del escorpión de Sergio Martino.
  5. Una mariposa con las alas ensangrentadas de Duccio Tessari.
  6. Una lagartija con piel de mujer de Lucio Fulci.
Gialli (plural para Giallo) hay muchos. Unos merecen ser recordados y otros no. Pero, en cualquier caso, hay una gran cantidad de películas muy interesantes que podrían ser recuperadas perfectamente hoy en día (si salvamos algunos de los abusos estilísticos de la época, caso del zoom). Nombres como Mario Bava (el genio indiscutible del género fantástico en Europa junto con Terence Fisher), Dario Argento, Sergio Martino, Umberto Lenzi, Lucio Fulci, Duccio Tessari, Enzo G. Castellari, Antonio Margheriti y tantos otros eran grandes artesanos que sabían lo que hacían: proporcionar un excelente entretenimiento a los espectadores. No siempre acertaban, muchas veces se veían arrastrados a productos de bajo presupuesto pero, en otras, lograban recrear algunas atmósferas ciertamente llamativas.









Algunos títulos representativos de este subgénero serían:

  • 6 mujeres para el asesino 
  • Detrás del silencio 
  • El pájaro de las plumas de cristal 
  • 5 muñecas para la luna de agosto 
  • Bahía de sangre 
  • Torso 
  • La tarántula del vientre negro 
  • ¿Qué habéis hecho con Solange? 
  • El ojo del laberinto 
  • Sumario sangriento de la pequeña Stefania 
  • ¿Quién la ha visto morir? 
  • La dama rosa mata 7 veces 
  • Delirio caldo 
  • 7 muertes en el ojo del gato 

  • El asesino ha reservado 9 butacas 
  • Rojo oscuro 
  • Il  profumo della signora in nero 
  • La casa dalle finestre che ridono 
  • Murder obsession - Follia omicida