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lunes, 6 de febrero de 2017

Black Sabbath: the end

Cartel promocional de la gira de despedida
Este pasado sábado en Birmingham, su ciudad natal, Black Sabbath se han despedido de sus fans. Uno nunca sabe si eso ocurrirá definitivamente. Hemos visto muchas giras de despedida que luego no han sido tales (Kiss, Scorpions, el mismo Ozzy...). Pero, en el caso particular de los Sabbath, la cosa parece que es verdad.
Sin duda, una fecha para recordar, la de la despedida de los Sabbath. Estoy por volverme a leer la biografía de Ozzy "I am Ozzy", una obra hilarante y deprimente por momentos. Pero donde cuenta los inicios que rodeaban a la banda y a sus miembros. Imprescindible para todo fan que se precie.

Y es que han sido siempre una banda única, un poco a contracorriente de todo y de todos. Es por eso que se merecen un lugar dentro de la cultura popular. Y no por ser, por mucho que les pese a ellos, ser los padres del Heavy Metal. Su influencia va mucho más allá de todo eso.

Desde aquí, solamente me gustaría dedicar unas humildes palabras para una banda que ha significado (y significa) mucho en mi trayectoria personal, que me ha acompañado en muchos momentos (buenos, malos y regulares) con su increíble música.
Jovencísimos Sabbath. En sus inicios se hacían llamar Earth (afortunadamente, tras unos problemillas con una banda homónima, decidieron utilizar el más molón de Black Sabbath, extraído de una (excelente) película de terror de 1963 protagonizada por Boris Karloff -uno de mis monstruos favoritos- y dirigida por ese genio llamado Mario Bava.

Black Sabbath son Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward (este último no está en la banda desde 2012 -parece que por motivos de salud). Aunque, ha habido otros miembros. Sería imperdonable no mencionar al gran Ronnie James Dio (sin duda alguna, la voz del Heavy Metal -con permiso de Rob Halford de Judas Priest y de Bruce Dickinson de Iron Maiden), con quienes grabaron algunos de sus mejores canciones. Glenn Hughes, Ian Gillan, Vinnie Appice, Cozy Powell... también han sido parte de la banda en algún momento (el único miembro fijo de la banda ha sido Iommi).
Portada (magnífica y misteriosa) del primer y homónimo disco de Black Sabbath. Inquietante historia la que hay detrás de ella (me remito a lo que escribí en otra entrada).

Lo que identifica a los Sabbath como algo especial es el ambiente que trasladan a sus canciones. Esa atmósfera industrial de Birmingham, el ambiente denso y turbio de sus desarrollos instrumentales, las máquinas con las que trabajaban en las factorías surgen en esos ritmos pesados. Ellos, surgidos en plena época hippie, crearon un sonido de pesadilla que era el reflejo de su entorno más cercano, un mundo deprimente y gris, en el que no cabía la esperanza, si no era a través de esa vía de escape que era la música.
El hombre de negro (con permiso de Johnny Cash, de Ritchie Blackmore, de Glenn Danzig...)

En sus inicios, la música que les inspiraba era el Blues. Y tocaban Blues. Fue, al comenzar a componer sus propias canciones, cuando crearon ese sonido que les caracterizó siempre. Y que algunos quisieron llamar Heavy Metal (término que ellos odiaban, prefiriendo el de Heavy Rock). El surgimiento, a la par que ellos mismos, de Led Zeppelin y de Deep Purple, hizo triunfar este término de Heavy Metal, usado, en muchas ocasiones, como arma arrojadiza de un sonido que no entendían. Daba igual lo que dijeran los críticos, miles de fans en todo el mundo les darían la razón. Esos riffs, creados por la mano lastimada en un accidente laboral de Tony Iommi (es increíble escucharle cómo, tras perder parte de los dedos índice y medio de su mano derecha, se hizo el mismo una prótesis casera y se lanzó a seguir tocando la guitarra -a pesar de que le dijeron que no podría), ese sonido único sirvió de inspiración a miles de guitarristas de todo el mundo.
El disco más famoso de la banda, el segundo, el que incluye la canción que da título al álbum...

A ese sonido, hay que añadir las letras escritas por Geezer Butler (el bajista de toque exquisito), que jugaban con temas fantásticos, satánicos y, oscuros en definitiva, como la guerra. Letras cantadas por Ozzy, un cantante con un timbre de voz personalísimo (no es el mejor del mundo -ni falta que le hace- pero es único e inimitable). Y el ritmo marcado por la batería de toques jazzy de Bill Ward, suave y contundente a partes iguales.
Sigue la buena racha creativa

Henry Rollins decía "sólo puedes confiar en ti mismo y en los 6 primeros discos de Black Sabbath". Tenía razón, aunque yo haría extensiva esa confianza a otros discos más como los de la primera etapa con Dio a la voz (Heaven and hell y Mob rules -sobre todo, el primero, son fantásticos).
Y siguen en la cresta de la ola, en lo creativo y en lo popular. 

Esta portada, con ese aquelarre, nos muestra el "satanismo" de la banda. Todo un artificio que les reportó polémicas pero pingües beneficios económicos. Uno de sus mejores discos por cierto.
Les vamos a echar de menos. Cada vez van quedando menos de nuestros ídolos en activo. Siempre quedará su legado, pero da gusto soñar con ese concierto que pasa cerca de tu ciudad o de tu país, o planificar un viaje turístico teniendo en cuenta que una de tus bandas favoritas va a coincidir contigo.
Fue el primero que compré. Y me sigue encantando esa portada tan misteriosa.
No quería dejar de poner el primer álbum que grabaron con Ronnie James Dio. Puede que suene a herejía, pero es mi favorito. La portada es preciosa. Simplemente. Ecos de la pintura renacentista italiana en una obra maestra del Rock de todos los tiempos.

Bueno, como canta Ozzy: "Never, never... never say die!"

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