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domingo, 6 de marzo de 2016

A propósito de Tarantino


No se puede decir que sea un gran fan del Tarantino actual. Pero tampoco soy un hater. Este blog no es para criticar, sino para alabar las cosas que me gustan y apasionan. No tengo ningún problema con Tarantino. Simplemente no me interesan mucho las películas que realiza ahora.

Recuerdo sus primeras películas: Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown. Hasta ahí llegó mi relación de fan. Las tres, en mayor o menor medida, tuvieron una gran importancia en mi desarrollo en unos años que viví apasionadamente. Cine de acción, serie B, Blaxploitation, actores míticos caídos en desgracia (Pam Grier, John Travolta, Bruce Willis...) volvían a nacer, artísticamente hablando.

Pero el Tarantino actual se merece todos mis respetos porque siempre hace las cosas a su manera. Es de los pocos directores de cine actuales que puede permitirse realizar lo que le de la gana sin que nadie le discuta ningún detalle. Y esto es así, porque sus películas dan dinero. Y en sus películas, ahora más que antes, se notan sus influencias. De hecho, él no lo esconde. Es un fan del cine, de todo tipo de cine. Algo que aprendió trabajando en un videoclub y viendo una película detrás de otra, de los grandes maestros y de otros géneros y autores menos reconocidos (o directamente olvidados por su carácter de artesanos del cine). Cinefilia y cinefagia unidos.



En el caso de su última película, Los odiosos ocho (The hateful eight), estrenada hace poco, reivindica, de nuevo (ya lo hizo en Django y en Kill Bill), el Western. En concreto el conocido como Spaghetti Western. A mi particularmente el Western (las películas del Oeste) me apasiona y, las europeas en concreto (muchas co-producciones europeas realizadas en suelo español con técnicos y actores de todo el mundo) son muy interesantes. En este punto, destacan las realizadas por directores italianos: los 3 Sergios (Leone, Sollima y Corbucci) destacan entre el pelotón de directores que realizaba estas películas de carácter eminentemente popular, ya que se dirigían al mercado de los cines de barrio, donde eran proyectadas en dobles sesiones. Pero también habría que mencionar a otros directores como Duccio Tessari, Tonino Valerii, Enzo G. Castellari que trabajaron en el género. Todos ellos dejaron cosas interesantes en películas de distinto valor, pero con algún detalle que las hace merecedoras de algún recuerdo positivo.

Fotograma de la famosa secuencia inicial de Érase una vez en el Oeste de Sergio Leone, una obra clave del Western épico. Sus títulos de crédito se desarrollan a lo largo de los más de 10 minutos de dura esta escena, una auténtica lección de lo que es un buen montaje.

El caso es que el Western (el Spaghetti en particular más aún) fue un género maltratado por la crítica. Pero resulta que llega el enfant terrible del cine actual (Tarantino) a enmendar las cosas. Y la apreciación del público y de la crítica cambia. Si alguien se interesa y recurre al material original (a la influencia) y no a la copia o referencia moderna realizada por el cineasta de turno, me parece genial. Porque se pone en verdadero valor la valía de esos artesanos que se dejaban la piel en rodajes leoninos y que contribuyeron a forjar el imaginario colectivo de una generación. Creando una forma muy distinta de entender un género, el Western, tan americano, que se sublimó en Europa y volvió de nuevo al cine americano. El hecho de el aclamado Iñárritu use en El renacido una base de Western (sin serlo realmente) da buena cuenta del cambio de criterio (para mejor) actual.


Arriba Clint Eastwood en un poster de Por un puñado de dólares, imagen icónica del pistolero. Abajo, Jamie Foxx en Django desencadenado en la película de Tarantino que toma el nombre de la famosa saga de Sergio Corbucci

En Los odiosos ocho, además de usar como base el Spaghetti Western (Corbucci sobre todo), hay referencias directas a una película como La cosa (The thing) de John Carpenter. Un gran clásico del Terror de los '80 con unos increíbles efectos especiales a cargo de Rob Bottin y Stan Winston entre otros. Una película de culto que fracasó comercialmente en su estreno. En lo nuevo de Tarantino, se recuperan escenas sacadas de La cosa, además de su actor principal, el reivindicable Kurt Russell, que se erige en protagonista aquí después de varios años relegado a proyectos menores. Si alguien no ha visto La cosa, que lo haga de inmediato. Pero también pone de nuevo en uso el rodaje en analógico (algo que ciertamente no ha desaparecido del todo), y utiliza un formato panorámico de 70 mm (algo más complejo de utilizar y, sobre todo, de proyectar en un cine cualquiera; esto llegó al punto de que solamente una sala de cine de toda España podía exhibir la película de Tarantino tal y como fue concebida, ya que no existen pantallas tan grandes ahora). Además del formato, se permitió el lujo de introducir un interludio, dividiendo el film en 2 mitades. Para que el público pudiera ir al aseo o lo que fuera necesario. Una costumbre que era habitual en las grandes películas épicas de los '50 y '60 (por ejemplo, en Ben-Hur o Cleopatra), pero que ha desaparecido del cine actual, a pesar de la duración de las películas actuales se ha disparado hasta casi llegar a las 3 horas. Particularmente viví el uso del entreacto en la película Nixon de Oliver Stone, proyectada en el cine Coliseum de Murcia en mitad de los años '90. Aunque creo que se debió a algún error del proyeccionista.

Y es que el cine actual está muy bien, con autores y obras mejores y peores. Pero no se ha inventado todo ahora. Antes, existió un tipo de cien que ha influenciado a los directores del presente. El que éstos, ahora reivindiquen ese cine que les marcó, es un buen motivo para indagar en ello. Seguro que se sorprenderían.


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